viernes, diciembre 29, 2006

En la ruta del árbol, en busca de Paoletti...


Juglar distorsionado y poeta maldito del rock. Destinado al culto, Adrián Cayetano Paoletti fluyó como el río, y empapó con su arte más de lo que todo aquel que lo desconoce se imaginaría. Nunca a merced de los muchos que no se enteraron, ni de los pocos que lo aclamaron, decidió un día del 2000 dejar de tocar públicamente ¿Dónde está Paoletti? Donde siempre estuvo, exactamente donde quiere estar.
Por Ramiro Baca Paunero.


Arrancando desde Constitución, en la formación que va y viene de Ezeiza, tengo que bajar en la parada número doce. Monte Grande se ubica al sur del conurbano bonaerense, suficientemente cerca de Capital Federal como para nutrirse de su historia cultural y artística, y suficientemente distante como para, en algún momento, ponerse a escribir una historia propia. Esa teoría es aplicable en casi todas las estaciones del ex ferrocarril Roca: Lanús, tierra de los aristo-villeros Babasónicos (ahora conocidos como Babacínicos...); Banfield, localidad de los futuristas Estupendo y el barrió inglés-ferroviario de Temperley, ámbito de los seudo ingleses y casi ferroviarios Juana la Loca. Un ramal de la vía conduce a Adrogué, punto de encuentro cultural bien representado por Victoria Mil, Placer y Emisor. En vez de eso, mi formación tuerce su rumbo y un par de estaciones después de Turdera, locación de El Otro Yo, aterrizo en pleno Monte Grande.
Tengo la ridícula idea de que podría frenar a cualquier transeúnte y preguntarle por Paoletti. Veo uno más con remera de Los Piojos, y una nenita con mochila de Miranda, pero entre todos aquellos colores que viajan por los medios masivos, encuentro una persona, de esas que son simplemente personas, y quien sabe cuantas cosas más, aunque siempre del lado de adentro. “Para llegar a esa dirección” me dice, amable y dubitativo el viejo, “arrancá por el camino de los Tilos y los Paraísos, y a la quinta esquina dobla a la izquierda. Ahí tenés que seguir 6 cuadras bajo los Plátanos...” Y aunque se trata de una localidad semi urbana, con edificios de estación, manzanas cuadradas, y su respectivo Macoñals y Musinmundo, extrañamente, a lo del cantor puede llegarse siguiendo las instrucciones del viejo... siguiendo la ruta del árbol.
A las cuatro en punto, la misma voz apagada y serena que el día anterior vía teléfono me había indicado “Mi casa tiene techo de loza, en la puerta vas a ver un fiesta blanco, mi coche”, ahora me invita a pasar. Habíamos convenido una entrevista hasta las cinco de la tarde, ya que a esa hora debía pasar a buscar a su hijo por el jardín. Una vez adentro, me propone realizar la nota bien alla Paoletti: “Vamos abajo del ciruelo, es más lindo ahí”. Termo y mate en mano, hace un esfuerzo descomunal para abrazar dos sillitas de madera y un reloj despertador a pilas. Me hace señas con la cabeza, para que aporte trasladando una mesita destartalada, con patas de hierro y unas tablas desechas por la intemperie, sobre la que coloca, además, el reloj digital. Y esto es Paoletti, su guitarra distorsionada como ese hierro oxidado, en comunión con la tecnología digital barata y la madera a medio estropear comparable a su particular voz, todo en medio de un paraíso pastoril. Un jardín alargado y melancólico, poblado de arbustos, algunos árboles, un banco de plaza con la pintura desgastada y una deshecha y diminuta calesita. En el medio, un ciruelo con un tipo abajo, que bien podría ser el empleado del banco, la farmacia o un cartero. Sólo que este cartero me cuenta cómo a principios de los noventa formó parte de la escena más importante del rock argentino:

Paoletti: En 1988 fue el primer recital de Copiloto Pilato...




Y así empieza la nota hecha a Paoletti. Un rico reportaje pulicado en el último número de revista "La Otra". Pueden comprar la revista en muchos kioskos de capital (sobretodo dentro del subte o en las avenidas mas importantes), o pedirla a: revistalaotra@yahoo.com o al 4918-6173

Que empiecen bien el año, Rama.

Etiquetas: , , , , , , ,