jueves, octubre 19, 2006

Travesti – Las Tinieblas del Romance – Trans-tornado discos 2005


Travesti es un dúo del conurbano bonaerense sur. Sus dos integrantes pertenecen a las localidades de Burzaco y Temperley cada uno, pero han crecido en torno al circuito cultural de Adrogué, enfrentados-a, hermanados-con, o apadrinados-por bandas como Victoria Mil y Emisor. No obstante, han tocado y alimentado muchísimo un punto de agitación que parece ser el de mayor actividad creativa en la primera mitad de esta década: la pizzería El Tío de Burzaco.
Tanto la realidad tiempo-espacial de los Travesti, como su formación “instrumental” (entre comillas), aparecen en forma absolutamente condicionante en su música, en su estilo.

Tiempo y espacio: El rock está desde mediados del siglo veinte. Se impuso como cultura naciente de la juventud, y se respondió como contra cultura tantas veces como se había impuesto. Se mecanizó la cuestión. Sus actores, casi siempre inconscientes de ello, han respondido a la lógica de su tiempo y lugar. Como cada tiempo y lugar son diferentes, se han ido dando mutaciones, y tenemos una gran variada gama de sonidos, posturas, ideas... en fin, formas. Con ayuda de los (tan desarrollados) medios masivos de comunicación, y el (espectacular y sofisticado) marketing, tenemos hoy una juventud que satisface sus deseos de pertenencia, revolución, contestación, cambio, comunicación generacional o participación, con muchas de las formas pre-existentes de música. De esta manera, el panorama nos muestra sólo grupos de música retro, bandas que hacen tal o cual género, y que en lugar de influencias tienen realidades paralelas donde su producción podría llegar a tener algún valor. La noción de rock como expresión más o menos espontánea, inconsciente y, sobre todo, huérfana (que no necesita de nada ni de nadie para ser), ha sido, nuevamente, olvidada (si es que alguna vez se recordó).
El dúo Travesti, (re)vive la idea más primitiva de hacer rock (y por qué no, música en gral), expresar con los elementos que se tengan a mano. Por eso es un dúo nomás, la ecuación más simple. Uno tiene una guitarra, que hace sonar, y que a duras penas “toca”. El otro tiene lo que consigue y lo que satisface su hambre creativa: Teclado Casio, discman, caja de ritmos, cintas pregrabadas, etc. Ninguno tiene “escuela”, pero si mucho desarrollo interior y, luego de juntarse a experimentar y hacer música, mucho autoconocimiento, lo que les generó un descubrimiento nuevo: su música.

Cualquier rollinga yaciente en una esquina del conurbano es un paria, hasta que se mata con drogas, alcohol o en la cancha, o se adecua al estereotipo y consume lo que le vende la industria por ser rollinga; en cambio, Fernando y Alejandro son unos parias que se toman el trabajo de desarrollar sus personalidades, de explotarse utilizando todo lo que se tengan a mano para producir. El mundo es ahora un poco más lindo, gracias a este desarrollo interior de un ser único e irrepetible (como todos los seres) que se dio cuenta de su condición, y decidió explotarla.
Con la exploración exterior (que todo pibe con intereses transita), buceó luego para adentro y sacó tres EPs: Travesti (’00), Feedback (’00) y Rupestre (’01). Discos en los que paulatinamente van dejando de lado la influencia como usina compositiva, para retratar el entorno en forma personal y original. Por esto, en los discos las canciones empiezan a extinguirse y sólo habitan las “piezas”. El olor a escombro, ruidos suburbanos, fabricas abandonadas y la noche como estado de ánimo, son algunas de las sensaciones que disparan estos discos residuales (el residuo de la psicotropía barrial y el post-apocalipsis social).

Travesti experimentó el crudo vivo, y utilizó la situación como parte fundamental en su obra. Un marginado local frente a la estación de trenes de Burzaco, pizzería lumpen durante el día, nada absoluta durante la noche, fue descubierto por el dúo justamente por sus cualidades de abandono. En él podrían poner su música, la que a ellos les gusta, pasar películas, juntar gente, beber a precios amistosos (¿en que otro lugar habrían podido hacer tal cosa?). Después de unos años, el local se transformó en LA NOCHE burcence. Durante ese tiempo, al igual que la pizzería, el dúo no se forzó a nada.
La pizzería experimentó el éxito (mundial, pero fracaso existencial), en cambio Travesti experimentó el Áxito (LP ‘03), que es parecido, pero lo contrario. Poco a poco, su romance con el local se fue apagando, y este primer disco, compuesto cuando el antro todavía era una puerta dorada hacia un terreno baldío, parecía una bomba de la que nadie (en realidad ellos mismos) se salvaría. Pero claro, no hay nadie a quien salvar, solo está el amor y alguien que lo personifique, el resto es nimio. La banda sobrevivió, tal vez gracias al amor, tal vez por culpa de este, y desembocó en su segundo larga duración: Las Tinieblas del Romance.


Las Tinieblas de Termidor: Disco como obra, obra como viaje, viaje como relación de amor, relación de amor como un disco. Y toda la música que hay adentro de eso... Las Tinieblas del Romance es un viaje hacia una campiña de viñedo, gruta del éxtasis. Romance y dolor, orgullo que se traga con vino, refugio amoroso. Borrachera elegante e insoportable, exceso, colapso y rotura en San Valentín. Lamento y despedida.

La tapa del disco refleja la penumbra, tiniebla del romance, pero al abrirla, el disco en sí muestra un racimo de uvas enredado en la gran “T”, puede que de Travesti, pero sin duda la de Termidor, el popular vino en tetrabrick argentino.

Toda esta melancolía borracha a través de la tiniebla, aparece en el disco como retazos de recuerdos que asoman por entre la penumbra. Con dulzura de dos acordes, el dúo lleva sus “piezas” hacía el formato canción. Tiran por la borda todas las influencias Post-Punk e industriales que le adjudicaron en su carrera, y se acercan a esta dimensión más FM, más AOR. Lucen entonces un disco muy personal, desnudo y descarnado, pero también extremo, fortaleciendo el concepto que aparece como frase en el interior del booklet: “La música no es importante”. Aun así, apoyándose siempre en un dance minimalista, y en la capa de ruido producido por el acople de la guitarra, esas “semi-baladas” permiten ser tratadas electrónicamente, teniendo a la mezcla como una herramienta más que protagónica, y dejando libre el camino para la improvisación y el cut-up que tan bien les sienta en vivo. Las melodías de voz flotan sobre estas capas sonoras, y entonces las posibilidades en cada canción son todas.

Aunque en una escucha desprevenida pareciera que no sucede nada en el disco, todo un viaje se retrata en él, con las respectivas emociones y cambios de ritmo. Como en todo viaje, el disco arranca con ganas bien precisas, siendo los dos primeros temas los más armados y concretos. El primero, homónimo, es una balada hipnótica y repetitiva. Se escucha el ruido de un motor que arranca, y el teclado te saca a pasear por la ruta infinita y monocorde. El segundo, llamado “Poder Florecer”, coquetea con la idea de hit danceable, pero empieza a oscurecer el terreno: “...Poder florecer, lavar tus pies con el vino de mi orgullo...” Completando el mapa baladístico, encontramos las también confesionales “Un lamento lunático por mi Rebekah” y “Cuidate”. Por otro lado, alimentando el tono sombrío del álbum, aparecen unos cuantos pasajes en plan completamente posrock. Gemas electrónicas, planchadas y climáticas, como “La gruta del éxtasis”, “Cientocuarenta luces de música”, “Tres días oscuros” y “Jardín Colapso” que hacen pensar en retazos de un viaje alucinado recordados por una memoria dañada.
A mitad de recorrido, como si fuera una ida y vuelta, aparece la mayor distancia del viaje: “Iloverollingstones”. Más de dieciséis minutos a puro espesor, densidad, ruido y caos. “…Soy insoportable, borracho y elegante, me refugio inseguro…” Esta tragedia saturada de alcohol y pasión completa la odisea que representa un romance. Es que a veces, el amor a uno lo transforma, pero muchas otras uno no puede dejar se ser, simplemente. Para terminar, aparece una remezcla del segundo track, que, siguiendo con la analogía del viaje, parece un regreso al lugar de donde se partió.

Mención aparte hago de lo que para mi, son las dos mejores canciones del disco, por que logran el cometido mejor que ningún otra, por su (de)formación tan original, porque terminan de generar la idea completamente: “Hacerte reir”, y “Vibraciones del Confort” (esta última además, la mejor y más sorprendente canción en vivo). En ambos temas, tanto la base rítmica como los arreglos (¿?) y acordes (¿?!!!) de guitarra están tan despojados del fraseo suave y repetitivo de la voz, que las piezas enteramente parecen un conjunto de recuerdos tratando de completar el panorama de la situación que se describe. Alcohol para olvidar en su momento, y alcohol para completar los recuerdos al momento de cantar. Entre retazos y huecos, se genera un caos impredecible, que permite ser ordenado poéticamente de mil maneras distintas (por eso debe ser una de las mejores canciones en vivo). En la primera (amor) la imagen es completamente sexual ("dame tu minuto francés") y en la segunda (viaje), se oye unos gritos en Portugués.

La postura y el sonido de Travesti, la forma de trabajar una canción, y de llevarla al vivo, representan una idea distinta. Cierta rotura de tradición con el grupo de rock, que por otro lado, puede que en el año 2000, comparta ciertos parametros y/o ideas con grupos anteriores. No obstante, no ha habido ninguno que suene así, ni que trate los temas que el dúo argentino trata. Heredan, tal vez, una concepción del rock y del arte, una mirada y una idiosincrasia, pero no las formas, ya que (volviendo a lo que decía en el inicio del post) las realidades y personalidades de sus entornos e integrantes son completamente distintas. Realidad conurbanense y personalidad “Paranoide hasta la muerte, paranoide de verdad”...

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